
El
Castillo de Freyre se encuentra en zona rural, sobre el límite entre Carcarañá y Lucio V. López, a la vera de la ruta provincial 26. Fue una fortaleza que el señor
Rudecindo Freyre instaló en los campos que hoy pertenecen a la localidad de Lucio V. López, al límite con Carcarañá.
Esta construcción posee torres de observación,y en su época de esplendor tenía instalados cañones. También había vigilancia, ya que desde esas torres se podía observar todo el terreno y también los caminos. Contaba además con un túnel que desembocaba en el Río Carcarañá, utilizado por Freyre para escapar ante los ataques de nativos y forajidos.
La construcción data de mediados del siglo XIX, no aparece en los libros de historia, pero hay muchas leyendas y mitos que rodean este lugar. La preservación del lugar es completamente nula, la edificación está rodeada de vegetación silvestre, las paredes que aún quedan en pie, pintadas con grafitis y el deterioro mismo del abandono.
El acceso a la torre izquierda era mediante una escalera caracol, mientras que a la torre derecha se subía mediante un elevador a polea manual. El edificio contaba con una gran cantidad de habitaciones.
Mitos y leyendas
Se dice que Rudecindo era un hombre que gobernaba con mano dura. La leyenda cuenta que aquellos que no se sometían a sus órdenes, eran asesinados y enterrados en las barracas del río, o en un cementerio que, se cree, está en la parte trasera del castillo.
Otra de las leyendas dice que cuando Don Freyre recibía visitas, quería mostrar su gran puntería y lo hacía practicando tiro al blanco, colocando monedas sobre la cabeza de algún peón. Si fallaba, el desafortunado era enterrado y era reemplazado por otro peón.
El Castillo es un viaje en el tiempo, la estructura, lo que quedó aún te deja remontarte a aquellos años e imaginar lo que pudo pasar entre sus paredes y pasillos. La ley del mas fuerte siempre era prioridad. Un mundo de crueldad, lleno de sangre que hoy se transformó en leyendas y que sólo podemos tomar registro de lo que quedó, de los muros que aún quedan en pie, testigos mudos de aquella historia.
Julieta Luz Carnevale - Guido Diaz Quilici
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Fuentes
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