Este aumento se da en el marco de una paritaria que beneficia a los trabajadores del Congreso. Pero solo los senadores, cuyo salario está atado al esquema de los empleados parlamentarios, verán reflejada esta suba en sus bolsillos. Los diputados, al no tener el mismo mecanismo de enganche, quedan excluidos. Un detalle que no es menor, y que revela cómo se siguen sosteniendo mecanismos de privilegio dentro de las instituciones.

En abril de este año se implementó un nuevo sistema que define los haberes legislativos por medio de módulos. Con el valor actual de $2.376 por módulo, y sumando adicionales por representación y desarraigo, el resultado es un ingreso millonario que vuelve a poner en evidencia la enorme brecha entre la dirigencia política y la sociedad que dicen representar.

Lo más llamativo es la falta total de debate o transparencia. El aumento se resolvió sin informar a la ciudadanía ni explicar por qué es necesario que un senador gane una cifra 30 veces superior al salario mínimo. Todo ocurre en silencio, como si se tratara de una cuestión meramente técnica, mientras se le exige al conjunto de la sociedad “sacrificio” y “responsabilidad fiscal”.