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viernes, 12 julio 2013 | Capitán Bermúdez

Alicia Rey, la reina de los chicos de Batallán

La mujer se ocupa de entregarle la copa de leche todos los domingos a más de 200 pibes. Trabaja como enfermera en un dispensario comunitario y se encarga personalmente de que todos los niños estén vacunados.
Alicia Rey, la reina de los chicos de Batallán No se encontraron resultados.En su modesta casa de calle Marmol 131, de la localidad de Capitán Bermúdez, Alicia Rey recibe todos los domingos por la mañana a más de 200 chicos, en su mayoría de Barrio Batallán, que se acercan en busca de su leche chocolatada y sus galletitas, para poder desayunar. Hace 8 años que la mujer, que es enfermera del Dispensario Comunitario “Don Segundo Pillado” ubicado en Barrio Villa el Prado, se levanta con la salida del sol para hacer entrega de la copa de leche a los niños a partir de las nueve de la mañana, en el día en que la mayoría elegimos para descansar.

Alicia tiene 53 años y hace más de treinta, cuando se casó con Sergio, vive en la misma casa. Tiene dos hijos, uno de 21 años y la niña de 17. Y hay dos cosas que nunca dejará de hacer: ayudar a los chicos e ir al Gigante de Arroyito a ver a Rosario Central.

Según explica la mujer, la copa de leche surgió charlando con integrantes del área de Desarrollo Social de la Municipalidad de Capitán Bermúdez “porque acá no hay más que la que da el hogarcito (San Roque) y la que da la escuela (Nº 913) de lunes a viernes y yo los únicos días que puedo dar es los domingos, porque los demás días trabajo”. Desde ese momento ella, voluntariamente, se encarga de esta tarea tan importante para la comunidad. No importa si llueve, si hace frío o calor, o incluso si los encargados de proveer los alimentos no lo hicieron, la copa de leche no se detiene por nada del mundo. La casa está ubicada a pocos metros del ingreso a Batallán, donde vive la mayoría de los pibes que vienen en busca de su ración.

“Me dan la leche, chocolatada, azúcar y las galletitas”, cuenta Alicia, aunque asegura que más de una vez tiene que poner dinero de su propio bolsillo para poder cumplir con los chicos. “A mi me ayuda mi marido, me aguanta cuando me enojo porque no me mandan la mercadería y la compramos nosotros, porque yo tengo que responderle a los chicos”, asegura.

Los chicos, de todas las edades, comienzan a llegar a las nueve de la mañana con sus botellas de plásticos vacías para llevarse dos litros de leche chocolatada y una bolsa de galletitas que prepara desde muy temprano Alicia junto a Sergio. “Hacemos más o menos una olla de 100 litros de leche por día”, asegura. Y agrega: “Es algo que realmente no me pesa, trabajo toda la semana y sigo el domingo, pero no me pesa porque lo hago de corazón”.

Pero la tarea de esta enfermera con los pibes del barrio no se reduce sólo a la que desarrolla los días domingo. Ella recibe en su casa donaciones de ropa por parte de vecinos para luego entregarlas a los que la necesitan. Además, hace un seguimiento personal de los chicos y les coloca las vacunas en el Centro de Salud, es prácticamente como una segunda mamá. También hay vecinos que juntan las botellas para poder darles a los chicos que no llevan. “Por mi labor de enfermera es una forma que tengo de controlarle las vacunas, de que los chicos que están enfermos vengan al médico, o se acercan hasta mi casa para consultarme”, destaca.

“Lo hago porque me hace sentir bien algo por los demás sin que nadie me tenga que pagar. Yo soy enfermera y me pagan, me gusta lo que hago, pero tengo sueldo porque de algo tengo que vivir, En cambio, esto lo hago de corazón. Es un poco para devolverle a dios todo lo que me da”, sostiene y aclara que no profesa ninguna religión.

Dos salidas con los chicos

En medio de su relato Alicia recuerda emocionada dos viajes que tuvo la posibilidad de realizar con los chicos. El primero, hace dos años, al parque Temaikén, en Buenos Aires. Gracias al aporte económico de una persona vinculada a la política, que ella asegura lo hace por deseo personal y sin pedir nada a cambio, viajó junto a 13 niños al lugar.

“Los elegí como premio a los que tenían las mejores notas de la escuela, porque es una forma de incentivarlos a que vayan a estudiar, una forma de que salgan un poquito de la calle y se ocupen de algo”, afirma.

El otro viaje, aunque fue a un destino más cercano, no fue para nada menos emotivo. Viajaron juntos, gracias a las gestiones de la filial local de Rosario Central, a ver un partido al Gigante de Arroyito. Ella es hincha fanática del club recientemente ascendido a la primera división del fútbol argentino y lo disfrutó tanto más que los pequeños que ingresaron por primera vez a un estadio de fútbol.

“Fue lindo para ellos, nunca habían visto tanta gente, tantas cosas. Todos no puedo llevar, por eso pongo los premios y para que se esfuercen. Fue una experiencia muy linda”, cuenta con una sonrisa de oreja a oreja.

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