Según reconstruyó la investigación, Nora fue víctima de un acto de extrema violencia al parecer por parte de su tío, de 40 años, quien fue señalado como principal sospechoso. La autopsia reveló que la mujer murió a causa de un “shock” o “paro cardíaco” tras ser empalada con un palo de amasar que fue encontrado oculto en la cocina.

El acusado declaró en su momento que su sobrina había llegado en mal estado de salud y que luego la encontró desvanecida en la ducha. Dijo además que, junto a un conocido, trasladó el cuerpo a la habitación. Sin embargo, los peritajes revelaron una escena mucho más perturbadora: había rastros de sangre en distintos sectores de la vivienda y los pisos habían sido limpiados antes de la llegada de la policía.

Los investigadores también hallaron un palo de amasar de 40 centímetros de largo y 8 de ancho, con restos de sangre, piel, vaselina y vellos, lo que reforzó la hipótesis de una agresión sexual violenta.

El caso fue caratulado inicialmente como “homicidio calificado con dolo eventual”, pero dos meses después, la Cámara Penal de Rosario modificó la imputación a “abandono de persona”, lo que habilitó el posterior sobreseimiento del acusado en septiembre de 2012. La resolución judicial descartó la intencionalidad homicida al considerar que se trató de un acto sexual “consentido”.

Con el paso del tiempo y el avance de las luchas feministas, de haberse aplicado un enfoque de perspectiva de género como el que hoy exige el protocolo para investigar femicidios, el desenlace judicial podría haber sido distinto. La vinculación familiar entre víctima y victimario, el ocultamiento del cuerpo, la violencia sexual ejercida y la posterior limpieza de la escena son elementos que, actualmente, se considerarían indicios claros de un crimen de género.

El cuerpo de Nora fue hallado luego de que su madre, preocupada por no tener noticias durante más de 24 horas, ingresara por la fuerza a la casa del tío tras recibir negativas y evasivas. En el interior, encontró a su hija sin vida sobre la cama.