No se encontraron resultados.Por supuesto que exhibieron una serie muy interesante: exponían familias que no tenían dinero para comprar regalos, niños/as que no sabían que era el día del niño/a, también una periodista nefasta le hace una nota a otro niño que se encuentra en situación de calle, y con sus preguntas lo interpela de tal manera que lo angustia de una forma desmedida, pidiéndole luego que no llore, y termina la nota con los “pibes chorros” (esos mismos, para ella).
Creo que lo que me lleva a escribir es que estoy más grande, porque infinidad de veces he visto o escuchado estos tipos de informes, y en cada momento he realizado acciones distintas, casi siempre apago la televisión, y pienso que al menos soy una televidente menos.
Pero quizás hoy, tenga la necesidad de poner en palabras, no ya en los lugares que trabajo, en los que me formo, sino a “ustedes” los que lo reciban, que a las infancias las construimos todos, es decir cada uno de nosotros. Que somos responsables cada vez que emitimos un voto en evaluar qué tipo de política pública en infancias conllevan, qué política social, qué programas de empleo están planificadas y su posible sostenimiento. ¿A quiénes votar?, no se trata de nombres conocidos o desconocidos, de personas con buena intencionalidad, serán funcionarios a los cuales legitimaremos en sus actos y no actos comprometidos frente a un determinado problema, en un sector relevante de su competencia.
Soy totalmente consciente también que elijo trabajar en una partecita del estado, que debería estar generando lo que digo: que se piense ante un voto. Creo que allí he encontrado una de las grietas más interesantes, para interpelar, reflexionar, analizar al menos una mínima parte de los programas que se llevan a cabo, pudiendo así generar, recrear una práctica que contemple a todas las infancias.
Sé que en muchas oportunidades, me encuentro trabajando con adultos que no han podido brindar “derechos” a sus hijos. Niños/as que más allá de tratados internacionales, incorporación de los mismos a la Constitución Nacional, creación de leyes específicas a nivel nacional y provincial, están muy lejos de ser “tratados en su infancia”. Sino que en su “nombre” se siguen permitiendo nuevos acuerdos cada día, para hablar de derechos que no existen en la pobreza. Parafraseando a la ley 26.061 dice que todo niño tiene derecho a una vivienda digna, creo que ha ninguno de nosotros nos falten los ojos para ver los asentamientos irregulares, que crecen desmedidamente en nuestro país.
Quizás si nos falte “una mirada”, no única, sino la de cada uno que aporte, que se transformarán en “acciones” y “decisiones”. En donde poder contemplar, que lo “peligroso” no es el caminar, el transitar por tal o cual lugar, nuestras decisiones pueden ser peligrosas, nuestras individualidades, nuestras separaciones entre niños y menores, nuestra casi naturalidad de la aceptación de condiciones inhumanas en donde los/as niño/as crecen y se convierten en adultos.
No olvidemos que los/as niños/as son en la medida que los miremos y de los modos en que lo hacemos, y no solo individualmente sino colectivamente. Comencemos por pensarnos como seres humanos idénticos, simplemente humanos, y luego volvamos a mirar las condiciones de posibilidad distintas que hemos tenido.
El transcurrir una infancia, poder relatarla, analizarla, convertirme en adulto, me han permitido siempre más allá de las particularidades, vincularme con personas de los más diversos modos, generar lazos, valorarlos, disfrutarlos y renegar también de ellos.
Como profesional, más allá de lo que podría teorizar sobre “las infancias”, lo más importante a la hora de poder ser clara, es que cada niño/a me convoca a trabajar desde lo más obvio (que a veces no lo es tanto), ubicando en primer instancia allí mi mirada adulta que señala que ahí hay un niño/a. Desde ese primer escenario, cada cual desplegará algo distinto, que nos permitirá desde el juego, fantasear, crear, poner palabras, significar un síntoma, armar una historia, desarmar mandatos, etc.
A veces las historias de los/as niños/as, muestran de una manera muy cruel que no han sido ubicados como lo que son, niños/as, sino “como objetos – como menores”, y esas marcas son de dolor, sufrimiento, que paralizan incluso el jugar.
Somos responsables de lo que estamos provocando como sociedad, somos responsables de nuestros modos de “mirar”, de “nominar”. Disponernos, ofrecernos, a ocupar un lugar, el de adultos, para que los/as niños/as puedan constituirse como tales.
Lic. en Psicología Mariana Tazzo