El repelente para insectos está compuesto principalmente por
dietiltoluamida, o simplemente DEET, un ingrediente y el más eficaz para repeler mosquitos, garrapatas, pulgas y otros insectos que pican o muerden.
Su principal función es la de confundir e interferir los receptos ubicados en las antenas de los mosquitos, por lo que evita que ellos se posen sobre la piel y piquen. Los receptores indican al insecto una cercanía con el calor corporal.
El DEET es el producto más utilizado en la industria de los repelentes para insectos. El mismo fue desarrollado en el año 1944 por el Departamento de Agricultura de Estados Unidos, y su uso como bloqueador de los receptores de los insectos se ha universalizado con el correr de los años.
Los repelentes de este tipo mantienen el efecto entre 3 y 6 horas. Esto está indicado en el recipiente, como así también la cantidad de aplicaciones que se pueden realizar de forma diaria según el tipo de producto.
Aunque la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (FDA) considera que los productos con DEET son seguros cuando se usan según las indicaciones, se recomienda precaución, especialmente al aplicarlos en niños pequeños.
Otro tipo de sustancia también se usa a nivel industrial y es la
picaridina, un compuesto químico derivado de la piperidina y cuyo uso también está aprobado para su aplicación en humanos.
Por otro lado, algunos repelentes de insectos a base de aceites esenciales pueden causar reacciones alérgicas en personas sensibles. Además, la inhalación accidental de vapores de estos productos también puede irritar las vías respiratorias y causar malestar. Cabe destacar que estos
no son recomendados por profesionales de la salud.
Los expertos aconsejan seguir las instrucciones de aplicación de los repelentes de insectos, evitar su uso excesivo, especialmente en niños, y considerar alternativas más seguras, como ropa de manga larga y pantalones largos en áreas con alta concentración de insectos.