Este domingo, Santa Fe dio inicio al calendario electoral nacional con una elección que, lejos de generar expectativa, reflejó una apatía alarmante. La convocatoria a votar convencionales constituyentes pasó casi desapercibida para buena parte de la ciudadanía, y los números son contundentes: más de la mitad de los santafesinos no eligió a nadie.
Con una participación del 55,56%, la elección tuvo una de las peores concurrencias desde 1983. El 44,44% del padrón se ausentó directamente de las urnas, y si sumamos a quienes votaron en blanco (4,82%) o anularon su voto (4,49%), el mensaje es inequívoco: la mayoría no se siente representada por ninguna de las opciones ofrecidas.
Y eso que hablamos de una elección para definir convencionales que reformarán la Constitución provincial, ni más ni menos que la norma fundacional de la vida democrática de Santa Fe. Pero ni la importancia institucional del proceso fue suficiente para movilizar a una sociedad cansada, escéptica y desconectada de una política que no logra renovar ni sus discursos ni sus prioridades.
El problema, claro está, no es sólo de esta elección. La crisis de representación se profundiza en un país que atraviesa una inflación que no se controla, ajustes brutales y un deterioro social cada vez más visible. La política, enfrascada en disputas internas, promesas vacías y candidaturas eternas, no logra responder a las urgencias reales de la gente. Y la gente, con razón, deja de prestarle atención.
Lo que debería ser un proceso participativo y democrático se convirtió en un trámite para pocos. La reforma constitucional, pensada para aggiornar normas y mejorar el funcionamiento institucional, corre el riesgo de nacer sin legitimidad popular, si no se toman medidas para reactivar el vínculo entre la ciudadanía y sus representantes.
Este domingo, el verdadero dato no estuvo en quién ganó, sino en quiénes no estuvieron. Porque cuando la mayoría se retira del juego democrático, todos pierden. Y lo más grave es que muchos de los que no votaron ni siquiera sienten que se están perdiendo de algo.