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miércoles, 13 agosto 2014 | Opinión

Una Estela de esperanza

La presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, se reencontró con su nieto tras 36 años de búsqueda. Un nuevo triunfo de la justicia sobre la impunidad, que abre una gran Estela de esperanza.
Una Estela de esperanza En medio de la vertiginosidad del día a día, de la lluvia de malas noticias, de las imágenes que llegan desde distintas partes del mundo para generar profunda tristeza – en este momento la masacre en la Franja de Gaza, por ejemplo- se abrió una Estela de esperanza que permite pensar que, en realidad, el mundo puede ser mejor; un poquito más justo; que, como en las películas, al fin y al cabo los buenos pueden triunfar sobre los malos.

Quizás esa sea la sensación que sintieron –entiéndase sentimos- muchos argentinos el pasado martes alrededor de las 16hs, cuando nos enteramos que la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, iba a poder encontrarse con su nieto tras 36 años de una búsqueda que seguramente habrá sido difícil, pero siempre sostenida en la esperanza de culminar de esta manera.

Describir las cualidades de esta abuela de más de cien nietos sería redundante ante las innumerables publicaciones, algunas realmente maravillosas, que se difundieron en las últimas horas a través de los medios de comunicación de alcance nacional. Un ejemplo de lucha, de triunfo del bueno sobre el malo.

Menos de 24 horas antes, en el Cordón Industrial muchos celebraban – entiéndase celebrábamos- el fallo de la Cámara de Casación Penal que ratifica la condena de ocho años y seis meses de prisión para los coroneles Osvaldo Maderna y Horacio Cervera y el civil Pedro Alberto Rodríguez por el secuestro, las torturas y tormentos ejercidos sobre Manuel Casado durante la última dictadura cívico militar.

Noticias distintas, pero con un matiz similar, con el mismo origen y, todo indica, con el mismo final, ese de las películas: el triunfo de los buenos sobre los malos. Claro que ninguna de las dos es casualidad, sino que tiene causalidades.

Sin el esfuerzo de una mujer como Estela de Carlotto, con ese coraje admirable, difícilmente hoy Guido, nacido en cautiverio y extirpado de las manos de su madre, Laura, hace 36 años, podría conocer su verdadera historia. Tampoco hubiera sido posible la condena para los represores del Cordón, y el inminente juicio de la causa grande o de los trabajadores, sin el esfuerzo de distintas organizaciones derechos humanos de la región.

Sería injusto pensar que la lucha fue fácil. Recordar los comienzos de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo es también reconocer que la sociedad, o al menos una parte de ella, le dio la espalda en algún momento. “Viejas locas” eran la de los pañuelos blancos para algunos en el inicio de esa búsqueda que, 36 años después, termina con el reencuentro de Guido y Estela.

La locura, ese mecanismo de exclusión que, según Michel Foucault, los discursos hegemónicos utilizan para desprestigiar y dejar sin valor a discursos periféricos fue también aplicado en algún momento sobre las organizaciones de derechos humanos de la región.

A pesar de todo eso, de los bombardeos en la Franja de Gaza y de las malas noticias del día a día, el martes fuimos testigos de un nuevo triunfo de la justicia sobre la impunidad; de la verdad sobre la mentira; del amor ante el odio. Un ejemplo que nos abre una gran Estela de esperanza.

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