La Universidad Pública en nuestro país es mucho más que un conjunto de edificios y aulas. Es un símbolo de igualdad de oportunidades, un bastión de conocimiento accesible para todos, independientemente de su origen socioeconómico. Como hijo de la Universidad Pública, siento la necesidad de expresar mi profunda gratitud hacia esta institución que tanto ha influido en mi vida y en la de mi familia.

Mi padre, también egresado de la Universidad Nacional de Rosario, siguió los pasos de mi abuelo, un humilde ferroviario que encontró en la educación pública la oportunidad de darle a su hijo una vida mejor. La universidad no solo le brindó a mi padre la formación necesaria para convertirse en médico, sino que también le abrió las puertas a un mundo de posibilidades que de otro modo habrían sido inaccesibles para él.

Para mí, la universidad no solo representó un camino hacia la realización profesional, sino también un espacio de crecimiento personal y social. La gratuidad de la educación superior me permitió acceder a una formación de calidad sin tener que preocuparme por los costos asociados. Además, la universidad me brindó la oportunidad de acceder a material didáctico, como libros y recursos académicos, sin costo alguno, lo que facilitó enormemente mi proceso de aprendizaje.

Pero más allá de los aspectos económicos, la universidad también fue un lugar donde pude conocer personas de diferentes procedencias y culturas, lo que enriqueció mi experiencia académica y amplió mi horizonte de conocimiento. El intercambio de ideas y la diversidad de opiniones fueron fundamentales para mi desarrollo intelectual y humano.

Sin embargo, lo más destacado de mi experiencia universitaria fue la oportunidad de realizar prácticas profesionales en el campo de la medicina. Gracias al plan de estudios de la universidad, pude acceder a pasantías en distintos hospitales y centros de salud, lo que me permitió adquirir experiencia práctica y prepararme para mi futura carrera profesional. La universidad no solo me educó, sino que también me proporcionó las herramientas necesarias para insertarme en el mercado laboral y contribuir al bienestar de la sociedad.

Por todo esto, es doloroso ver cómo el Gobierno Nacional amenaza constantemente con recortar el presupuesto destinado a la Universidad Pública. Estos ajustes no solo ponen en riesgo la calidad de la educación superior, sino que también afectan la posibilidad de acceso de miles de jóvenes a una formación universitaria de calidad. La Universidad Pública es un pilar fundamental de nuestra sociedad, y debemos protegerla y fortalecerla en lugar de debilitarla.

En estos tiempos difíciles, es importante recordar el valor intrínseco de la Universidad Pública como motor de progreso y movilidad social. Es nuestra responsabilidad defenderla y preservarla para las generaciones futuras, garantizando que todos los jóvenes tengan la oportunidad de seguir los mismos pasos que nosotros y alcanzar sus sueños, independientemente de su origen o condición social.

En conclusión, la Universidad Pública es mucho más que una institución educativa. Es un símbolo de igualdad, inclusión y progreso, que ha transformado la vida de innumerables personas, incluida la mía. Como hijo de la Universidad Pública, me siento orgulloso de pertenecer a esta comunidad académica y estoy comprometido a defenderla y promoverla en todo momento.