Por segundo mes consecutivo los padres de Paula Perassi, la mujer desaparecida en la ciudad de San Lorenzo el 18 de septiembre del 2011, decidieron descartar la posibilidad de realizar una marcha en pedido de justicia, tal como se ha realizado en innumerables oportunidades los días 18 de cada mes. Se cumplieron dos años y once meses de la desaparición y Alberto y Alicia prefirieron realizar una misa en la tarde del lunes para recordar a su hija y pedir justicia.

El propio Alberto Perassi declaró que la decisión se tomó porque sintieron que “se había politizado el reclamo”, y agregó, con total claridad y buen tino, que “las marchas se fueron politizando y fueron apareciendo banderas que no tenían que ver con el reclamo”. Los recuerdos de las últimas concentraciones en la tradicional esquina de los bancos de la ciudad de San Lorenzo no hacen más que reafirmarle a este cronista que Alberto está en lo cierto.

Jamás se pensaría desde esta columna en juzgar o criticar las decisiones que tome la familia de Paula. Son sólo ellos, sí, sólo ellos, quienes están atravesando desde hace 35 meses una pesadilla que parece no tener fin, más allá de que decenas de personas acompañan el reclamo de justicia desde el primer día con un profundo sentimiento.

Si su decisión fue cambiar “la misa por las calles”, como lo dijo Alberto, se respetará. Pero no se deben olvidar los motivos que llevaron a la familia a tomar esta decisión, la de alejarse, al menos en estos últimos dos meses, de un espacio que brinda mucha mayor visibilidad y que “molesta” mucho más a quienes se sienten incómodos por la desaparición de Paula.

¿Tendrán capacidad de autocrítica aquellos que se adueñaron de las marchas como un instrumento político que perseguía otros fines? Hay que ser claros, con o sin intención, muchos parecían levantar otras banderas en la concentración y se olvidaban de la principal: el esclarecimiento de la desaparición de Paula Perassi.

Es cierto también que la ciudadanía, o al menos una gran parte de ella, le dio la espalda al reclamo y, salvo en escasas oportunidades, no acompañó el reclamo, al menos con su presencia. Puede que tampoco estuvieran de acuerdo con escuchar en aquellas marchas consignas contra la inflación o la megaminería. Que no se confunda, son problemas que hay que atender, pero hay momentos y lugares.

Desde estas páginas acompañaremos siempre el pedido de justicia y respetaremos las decisiones de la familia, aunque hubiéramos preferido que el reclamo siga en la calle, que se escuche, que, al menos y ante la impunidad que ya todos conocemos, moleste a esos que se sienten incómodos al ver que la bandera de justicia por Paula Perassi, esa que nunca debería haber sido tapada por aquellas que quisieron imponer algunos mezquinos, sigue en pie.