“Los canales de streaming son las nuevas cervecerías artesanales”, es una frase que se repite seguido, y algo de razón hay ahí, más allá de las diferencias en utilidades, costos, beneficios, y principalmente, alcance y capital cultural en disputa.

El boom de las cervecerías artesanales allá por el período 2015-2020 mostraba un tipo de consumo ligero, orientado y estereotipado: mismo tipo de mesa, misma carta, los mismos proveedores vendiendo la misma cerveza a casi un mismo precio y con similares promociones a un mismo tipo de cliente.

La vorágine del consumo como forma de ser llega tras la pandemia, donde “se puso de moda”, o mejor dicho, donde cientos de personas encontraron en la virtualidad y en una cantidad ilimitada de público disponible la posibilidad de exponer gratuitamente sus ideas en canales, como se conoce a las plataformas de video que permiten transmitir en vivo a costo cero.

Así llegamos al día de hoy con una cantidad prácticamente incontable de personas, grupos, y “paneles” de gente famosa o no, de un rubro específico o no, con capital cultural o no, que te hablan de todo, te quieren explicar todo, te hacen saber todo, pero te invitan a que compartas tu parecer.

¿Cómo la radio? Sí, tiene varias similitudes en su misión, pero nuevo, de ahora, “moderno”.

A la par, conviven medios tradicionales con periodistas profesionales, egresados de universidades e institutos, que se la rebuscan en un rubro cada vez más bastardeado y precarizado.

Y sí, uno piensa, ¿valió la pena prepararse para competir contra una cara famosa, conocida, graciosa o simpática? En cada uno quedará responderse o simplemente hacerse esa pregunta, pero no podemos negar que el rubro se enfrenta a un dilema en donde el trabajo deberá, como si no alcanzase aún, más profesional todavía.

Y en esa profesionalización, los periodistas no podremos, o debemos, dejar de justificarnos con el plan de estudio, con el título o la validación antes conseguida. Solo con eso no alcanza. El streamer también comunica, y tiene público.

Ese público, muchas veces, se limita únicamente a ese tipo de contenido contado por “uno como uno”, y ese es un importante capital con el que cuentan los que comunican y no vienen de los medios, la cercanía y la imagen de ser una persona común que piensa como todos, cosa que los periodistas, en determinadas ocasiones, olvidamos.

Los streamers lograron imponerse en la sociedad. Muchos lo hacen por dinero, al igual que cualquier trabajador de prensa. Si de un trabajo se trata, ¿quién es uno para indicar que eso “no es periodismo”? Claro que los límites del periodismo están, es una profesión con reglas claras, reglas morales y sociales que responden a una sociedad a la cual se debe el profesional.

Por eso entiendo que lejos están hoy los canales de streaming de ser un problema para el periodismo como profesión, la cual ya acarrea problemas intrínsecos que deben ser más urgente que un grupo de adolescentes contando y preguntando sobre los vaivenes del fin de semana. Al fin y al cabo, las cervezas de litro y el porrón convivieron a la par de las pintas artesanales.