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miércoles, 04 septiembre 2013 | Opinión

¿A QUIEN APUNTAMOS?

La Liga Sanlorencina volvió a verse sacudida con una de esas noticias que captan el asombro de todos. La figura de un menor de edad portando un arma de fuego e intentando hacer justicia por mano propia frente a un provocador verbal del otro lado del alambrado, fue la situación que ha dejado tambaleando todo tipo de lógica.
¿A QUIEN APUNTAMOS? No se encontraron resultados.
Quienes fueron testigos presenciales del hecho afirman que el joven futbolista buscó entre la parcialidad local a quien lo había insultado pero no lo halló. La primer pregunta debe ser ¿y si lo encontraba? ¿Qué hubiese sucedido? Más allá de lo meramente deportivo, de las sanciones que podrá aplicar el Honorable Tribunal Disciplinario de la Liga Sanlorencina y el modus operandi correspondiente que debe seguir la policía a partir de ahora, el razonamiento debe ser mucho más profundo y visceral.

Utilizar el concepto de violencia sería trivial y superficial. Evidentemente hay que ahondar en la problemática para alcanzar plenitud en la búsqueda de explicaciones sensatas. Debemos tomar parte de este hecho para realizarnos más interrogantes todavía. ¿Por qué pasan estas cosas? Son nuestros jóvenes, son el futuro. Sin dudas hay un problema social detrás de este conflicto que se dio en un marco deportivo. Y no pasa solamente por derrochar culpables a diestra y siniestra, sino evaluar en que estamos fallando.

Los clubes de barrio deberían ser aquellos espacios que tengan fuertemente arraigadas las ideas y significado de contención, ser el lugar que aleje a los chicos de los peligros de la calle, de sus flagelos y consecuencias. Con gente preparada para formarlos no solamente en lo deportivo, sino también como persona, quizás siendo esto último más importante que lo primero. La familia, por su parte y sin ningún tipo de lugar para las dudas, tiene que transformarse en el pilar y sostén principal de los valores humanos. Uno se moldea según lo que percibe y aprende de su entorno más cercano.

Probablemente por más palabras que escriba, es muy complicado encontrar el fundamento a pensar que un adolescente arma su bolso para ir a jugar al fútbol guardando los botines, las canilleras y por las dudas un revólver. A partir de ese punto, mis probabilidades argumentativas quedan en jaque mate.

Una sociedad cada vez menos tolerante se transforma en más violenta y por efecto dominó baja a todos los aspectos de la vida cotidiana. Y la pregunta final debería ser ¿a quién apuntamos? Por supuesto, el resultado definitivo de todo esto no debería ser simplemente señalar con el dedo de la culpabilidad, sino empezar a mirar para los costados y asumir las responsabilidades del caso. Es un problema que excede el rectángulo de una cancha, pero que no es ajena a la Liga y sus reiterados problemas de violencia y disciplina. Cada uno desde su lugar debe adoptar una posición en pos de buscar el cambio, desde el ente madre del fútbol en nuestra región hacia abajo; y cada uno como componente activo de esta sociedad. Sin dudas, este hecho fue grave y no debe quedar aislado ni pasar desapercibido, porque pudo haber sido peor.

Leandro Aguiar

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