La situación económica comienza a mostrar una sincronía con la realidad del bolsillo y la inflación acelera su marcha, golpeando con dureza a los los trabajadores. El encarecimiento de los servicios, los alimentos y el transporte pulveriza el poder adquisitivo, ys sabemos que mes a mes los salarios valen menos.
En este escenario, los afiliados a la Unión de Recibidores de Granos de la República Argentina (URGARA) reclaman la urgente apertura de paritarias, pero se topan con un muro de silencio por parte de su Comisión Directiva.
El reclamo de los afiliados se replica en redes sociales y grupos de trabajo: la paciencia se agota y la bronca crece. “La plata no alcanza ni para cubrir los gastos básicos, y encima no tenemos respuesta del gremio”, señalan los trabajadores. La ausencia de una estrategia sindical frente a la escalada inflacionaria no solo afecta los salarios actuales, sino que compromete el futuro de las familias que dependen de esta actividad.
Desde la conducción de URGARA, las voces se han apagado. No hay comunicados, no hay fechas de reunión, no hay propuestas. Y en ese vacío de conducción se instalan las preguntas ¿Habrán renunciado a la voluntad de defender a sus representados?, ¿Se han vuelto dirigentes cómodos, más preocupados por su permanencia que por la lucha? ¿O es una estrategia deliberada de esperar mientras la situación empeora?
La realidad es que sin paritarias, cada día que pasa significa una pérdida directa del salario real. Y en un contexto donde la canasta básica no deja de subir, el transporte se encarece y las tarifas de luz y gas aumentan por encima de cualquier ajuste salarial, la inacción sindical se traduce en una condena económica para cientos de trabajadores.
La historia demuestra que los derechos laborales se conquistan con organización y presión, no con silencio. Si URGARA no asume su rol y da un paso al frente para exigir la apertura inmediata de las paritarias, corre el riesgo de que sus bases tomen el protagonismo y la conducción pierda legitimidad.