En una era donde la comunicación y la información se distribuye masivamente, sustentada de argumentos válidos o malintencionados, es bueno detenerse en el por qué de las palabras que son bombardeadas en códigos binarios y a gran velocidad. La utilización de etiquetas y banalización de los términos y su significado tergiversan el concepto de lo que pensamos o decimos.

La etiqueta “sindical-ismo” no sólo desvirtúa el trabajo de cientos de dirigentes comprometidos, sino que alimenta la idea de que el sindicalismo es un mal en sí mismo, lo que dista mucho de la realidad.

Esta técnica fue efectiva para crear una narrativa en la que las organizaciones gremiales se perciben como obsoletas, corruptas o innecesarias. Se empleó para generar rechazo y asociar automáticamente a los sindicatos con conductas negativas o problemáticas, dejando de lado la esencia de su lucha y su rol histórico en la defensa de los derechos laborales, capacitación y formación profesional y el equilibrio de fuerzas en el mundo del trabajo.

Este tipo de discurso tiene un objetivo claro: alejar a los trabajadores de sus representantes naturales y, al mismo tiempo, desactivar cualquier intento de reorganización o movilización que pueda cuestionar el poder económico o político dominante.

El Movimiento Obrero, y los sindicatos que lo componen, tienen un gran desafío en recuperar la confianza de los trabajadores que a diario consumen información de un sector obcecado en etiquetar a la representación sindical con el sufijo “ISMO” de forma peyorativa. Vale sumar que, dentro de este gran movimiento organizado, existen quienes opacan el trabajo diario de cientos de organizaciones y dirigentes.

Sindicato es una palabra cargada de valor positivo y bien representada por la organizaciones gremiales argentinas. La palabra síndico proviene del griego síndiky, un término que empleaban los griegos para denominar al que defiende a alguien en un juicio: “protector”.

Esta nueva era debe reflejar los valores que siempre defendió el sindicalismo: la justicia social, la equidad y la dignidad del trabajo. Es hora de que el Movimiento Obrero Organizado deje atrás el “ismo” que lo desvirtúa y vuelva a ser simplemente “sindicato”: el defensor de los derechos del trabajador y del trabajo, de la justicia social y la dignidad.