El partido entre Rosario Central y Deportivo Riestra en el Gigante de Arroyito dejó una postal que trascendió lo futbolístico. Juan Valentín Giménez, de apenas 19 años, sufrió una dura lesión en su rodilla izquierda que lo obligó a abandonar el campo en camilla y entre lágrimas. Mientras el estadio quedaba en silencio y la preocupación se apoderaba de sus compañeros, Carlos Quintana se acercó para abrazarlo y contenerlo como si fuera un padre, en una escena cargada de humanidad.
La jugada ocurrió a los 36 minutos del primer tiempo, cuando Giménez se exigió en una acción defensiva y terminó en el suelo con claros gestos de dolor. El arquero Jorge Broun pidió asistencia médica de inmediato, mientras que Enzo Copetti se tapaba la cara con las manos al ver la gravedad de la situación. Los hinchas, conmovidos, respondieron con una ovación unánime que acompañó al juvenil en su salida. Fue un aplauso que sonó más fuerte que cualquier gol.
Tras el partido, Quintana explicó lo que sintió en ese momento: “Me salió consolarlo. Es un pibe con futuro y estaba muy asustado. Por cómo lo abracé parecía mi hijo”, reconoció el experimentado zaguero. Sus palabras reflejaron lo que ya había mostrado en el césped: un liderazgo que trasciende lo deportivo y que se transforma en sostén para los más chicos en momentos difíciles.
El parte médico será clave para conocer los tiempos de recuperación, aunque todo indica que se trata de una lesión de gravedad que podría dejar a Giménez fuera de las canchas por varios meses, incluso perdiéndose el Mundial Sub-20 en Chile. Entre la incertidumbre y la angustia, quedó una certeza, el fútbol también se construye con gestos, y el de Quintana será recordado como uno de los más nobles en el Gigante.