No se encontraron resultados.Paola Zapata tiene 31 años y viajaba en el colectivo de la tragedia. Iba a primer grado y tenía apenas seis cuando ocurrió el accidente y estaba ubicada, según recuerda, en el asiento 15-16, junto a su amiga, con quien sigue compartiendo su vida. Milagrosamente sólo sufrió un corte en su cara, debajo de uno de sus ojos, una marca que lleva consigo y que todos los días hace que recuerde aquel 5 de julio de 1988. “Me hice cirugías en ese momento pero luego no me hice más nada porque no lo quise revivir”, cuenta en diálogo con este medio.

La joven mujer, que actualmente se encuentra embarazada de seis meses, asegura que “todos los días de mi vida me acuerdo del accidente. Ahora vivo justo frente a la plaza donde pasa el tren y cada vez que escucho el tren es algo que me marca”. Y agrega: “recuerdo las imágenes como si hubiese sido ayer”.

Paola sostiene que la ayuda por parte del Estado, sea municipal, provincial o nacional, nunca fue la necesaria, o fue casi nula, aunque aclara que su madre nunca se encargó demasiado de la cuestión judicial. “Creo que yo haría lo mismo si me pasaría con mi hija. Incluso dije que nunca la iba a mandar a mi hija a esa escuela y va a esa escuela (Colegio Nuestra Señora de los Milagros), porque la institución no tiene la culpa”, admite.

“Fui una de las últimas en ser rescatada porque el colectivo, va, los pedazos que habían quedado del colectivo, estaban arriba mío y yo en la cuneta. Estaba bañada en gasoil y sangre”, cuenta la mujer.

Con respecto a los momentos previos al accidente, comentó que Germán, así se llamaba el chofer del colectivo, “ponía la música muy fuerte y cantaba. Fue tan rápido que lo único que acuerdo es de la música y de Germán cantando. Después del golpe no me acuerdo más nada hasta que iba arriba de la ambulancia al Hospital Eva Perón de Granadero Baigorria”, y agrega: “Todo el mundo agarraba nenas y se las llevaba, era algo muy raro. Cuando llegué al Baigorria no podía hablar. Cuando llegó mi papá estaba consciente, pero no podía hablar”.

“Pasa el tiempo y siempre está. Olvidártelo no te lo olvidás nunca, siempre hay algo que te lo hace recordar: la bocina del tren, el uniforme de la escuela, fotos o compañeras de la escuela”, concluye.