La Biblioteca"Celestino Traferri-Los Querubines" de Barrio Norte comenzó con un proyecto entre los años 1998-1999 con la intención de generar espacios de utilidad para los niños.

Alejandra Capdevila, referente de la biblioteca y trabajadora barrial, nos cuenta que todo se inició cuando "Celestino venía a compartir tiempo con algunos abuelos del barrio, los llevaba a comer asados, a hacer actividades y yo recién empezaba a trabajar en Barrio Norte, entonces se me ocurre la idea de armar una biblioteca".

Agregando que "en realidad, primero se me ocurre la idea de armar un costurero para poder ayudar a toda la gente que vivía contra el arroyo con ropa, después hicimos acolchados con ropa reciclada y así fui viendo que las mujeres que venían muchas eran del norte y tenían muchas necesidades, veía como el barrio crecía en necesidades y pensaba como mamá que sería bueno que esas mujeres pudieran trabajar y compartir espacios con sus hijos".

Así surge la posibilidad de contar con un lugar donde las mujeres podían estar con sus hijos, ayudarlos a buscar material de estudio, recortar palabras y que los niños estuvieran ahí mientras ellas realizaban costuras.

Con el paso del tiempo las actividades fueron creciendo y el costurero pasó a ser interbarrial, se pedía la colaboración en todos los barrios de elementos que sean de utilidad y la biblioteca dejó de ser ese lugar que tenía libros guardados en un cajón de manzana, plantas de tela y una estantería donada.

"Me acuerdo que Margarita Bolibó me enseñó a pedir, me decía -vos te paras, golpeas las manos (en pleno Boulevard Urquiza y Sargento Cabral) y decís señora somos de Barrio Norte y estamos pidiendo para un costurero si tiene ropa para dar- Un gran trabajo, 29 mujeres del barrio trabajando a pleno por la necesidad y así nace el costurero ´Mujeres trabajando por la gente´ y de la mano viene la biblioteca" recuerda con nostalgia Alejandra.

A la hora de ponerle un nombre que lo identifique "algunos sugerían Leopoldo Marechal, que era un escritor, aunque en ese momento no sabíamos nada lo hacemos por la necesidad de ayudar. Costurero y biblioteca iban de la mano para contener a la familia de lugar, entonces los abuelos sugirieron que le pongamos el nombre de don Celestino que ya había fallecido" añade la trabajadora.

Comenzó funcionando en el Centro Comunitario, luego pasó por la Vecinal para llegar finalmente a un espacio de recuperación a la Ex Estación Puerto-San Lorenzo, donde en el año 2011 se suma Los Querubines.

Hoy en día cuentan con fonoaudiólogos, docentes que brindan clases de apoyos, psicólogos, espacios de juegos y esparcimiento, momentos de lecturas. Los horarios donde se pueden acercar son de 10 a 11:30 y de 16 a 18 horas, actualmente con la situación de pandemia muchos chicos se quedan en su casa y otros asisten en pequeños grupos, pero trabajan especialmente con los niños que llaman "golondrinas".

Al ser consultada sobre si el avances de la tecnología perjudica la lectura en los niños, Alejandra dice que "faltan facilitadores de libros, es una palabra que me enseñaron hace mucho y es alcanzarles, ser el proveedor del libro para que ellos empiezan a leer antes de leer, a los 3 o 4 años, que agarren una revista y hagan su propia historia, pero el adulto no se lo está facilitando. Aunque el adulto está viviendo un momento difícil en lo económico y lo está dejando de lado, es lo que yo veo niños con problemáticas sociales. Si bien a los niños les gusta estar con celulares, también buscan dibujar, pintar con acuarelas y aunque en la biblioteca hay dos computadoras te piden las temperas y se ponen a crear".

Analizando las infancias del barrio, la referente plantea que "no hay un lugar en el barrio sacando la escuela, la iglesia y la biblioteca, por eso ellos juegan y buscan de estar en esos espacios porque no hay otras cosas, para mis ojos como mamá y abuela faltan muchas cosas. Falta que se arreglen las plazas que están en contra del arroyo, que fueron proyecto de los niños de la biblioteca, porque ellos tienen la mente muy abierta lo que es la familia y los lugares para reunirse".

Sobre los proyectos nos cuenta que ya pidieron que haya internet en determinados horarios, como para que los niños cuenten con otra herramienta más, pero en realidad lo que más hace falta "es gente que tenga ganas de disfrazarse y de compartir tiempo con ellos por supuesto respetando los protocolos vigentes".

Añadiendo que "hace dos años vengo pidiendo un salón más para poder trabajar más cómodo, porque hay muchos libros y el espacio está quedando chico, pedí una profesora de manualidades para que los chicos sigan creando pero la pandemia complicó todo"

Alejandra cierra el diálogo con 11Noticias diciendo emocionada que "afloran las emociones porque son muchos años, 21 años, muy lindos de recoger mucho amor pero también de ver mucha necesidad social".